martes, 5 de agosto de 2014

Para siempre



      La espera a la salida del trabajo, es un caluroso viernes de finales de junio, son las dos de la tarde y está ansioso por verla salir. Esta mañana, como todos los días, sólo han tenido tiempo de intercambiar un rápido beso de despedida.
     -Espero que le guste -piensa nervioso.
    Lleva unas semanas preparando la sorpresa, en principio le pareció estupenda y enseguida se entusiasmó con la idea. Ahora, visto tan de cerca, le asaltan algunas dudas.  Sabe que no va a ser tarea fácil convencerla de que es necesario ponerse el pañuelo en los ojos, y que aguante con él puesto hasta llegar al destino.
     En cuanto pone un pie en la calle dirige su mirada hacia él y abre la boca sorprendida a la vez que frunce el ceño. Él sabe perfectamente lo que está pensando -es lo que tiene llevar juntos tantos años  -se dice a sí mismo, mientras ella se va acercando.
     -¿Qué haces aquí? No me habías dicho que vendrías.
     -Claro que no, es una sorpresa.
    -¿Una sorpresa? ¿Por qué? - haciendo como que no se acuerda del día que es.
     Él le sigue la corriente: -simplemente me apetecía. Vamos, sube al coche.
     -Pero ¿adónde vamos?
     -Ya lo verás, no seas preguntona -abriéndole la puerta para que suba.
    En cuanto están los dos dentro del coche con los cinturones puestos, arranca e incorporándose al tráfico se dirige al puerto de la ciudad.
      -Feliz  aniversario cariño -le dice dirigiéndole una encantadora sonrisa.
     -Igualmente, así que,  ¿es por eso?  - dice, como si no se hubiera dado cuenta.
     Y enseguida lo acosa a preguntas: ¿Adónde? ¿Cómo? ¿Solos?
     -Por Dios -piensa- ya sabía que no me lo iba a poner fácil ¿por qué no puedo llevarla a cenar? un brindis… un baile, y listo.
     -Cariño, me estás levantando dolor de cabeza, tendrás que descubrirlo todo poco a poco. Ya estamos llegando -le dice a medida que se va acercando al puerto.
     Ella atónita, mira los barcos atracados, preguntándole: -¿Un paseo en barco? Me encanta, pero no tengo bañador. Mírame, voy vestida de trabajo y tú también. 
      Mientras para el coche le dice: -no te preocupes está todo pensado.
     Se baja, abre el maletero y saca una bolsa de viaje en la que ha metido todo lo necesario, colgándosela al hombro se dirige a su puerta, la abre y le tiende la mano para que salga. Ella lo mira con cara de sorpresa y él le guiña un ojo y posa un suave beso en sus labios.
     De la mano, la lleva hasta un pequeño velero dispuesto para zarpar, en cuanto suben la escalinata, una pareja de mediana edad con uniforme blanco de marinero, les da la bienvenida y les dice que el patrón sólo espera su señal para partir.
     Dirigiendo su mirada hacia el puente de mando él levanta una mano al mismo tiempo que asiente con la cabeza. Enseguida el barco comienza a maniobrar para salir del puerto. De la mano todavía, la lleva hasta un pequeño camarote y cerrando la puerta le dice que se cambie de ropa a la vez que empieza a hacerlo él. Ella presa de la excitación, no puede parar de hacerle preguntas y más preguntas, mientras se va poniendo el bañador
     -¿Puedes dejar de parlotear? No te voy a decir nada, paciencia, mujer, paciencia.
     -Pero dime ¿adónde vamos?
     -Ya lo verás, bueno mejor dicho, no lo verás porque tengo que taparte los ojos.
     -¿Cómo?
   -Sí, tengo que taparte los ojos hasta que lleguemos. Si no lo hago la sorpresa perderá mucho encanto, y no queremos eso ¿Verdad? -Acercándose peligrosamente a ella, con voz seductora.
    Sonriendo niega con la cabeza y lo deja hacer, cuando la trata de ese modo sigue causando en ella el mismo efecto que antaño. -Nunca dejará de sorprenderme -piensa-  ni de gustarme, ni de emocionarme, ni de excitarme, ni de… por Dios sigo loca por él.
     Cuando termina de anudar el pañuelo le levanta la cara y le da un suave beso en los labios, diciéndole: -muy bien, ahora te voy a poner unos auriculares, para que te relajes escuchando música mientras llegamos. Vamos, túmbate y descansa -ella le hace caso, sabe que no conseguirá sonsacarle nada, así, que será mejor disfrutar y relajarse, además, está cansada.
     -¡Que apropiado! -piensa con una sonrisa concentrándose en la letra de la primera canción, que es de La Oreja de Van Gogh: ya son más de veinte años de momentos congelados, en recuerdos que jamás se olvidarán. Pasarán los años y siempre tendrás un plan…
     -¡Uf! -murmura pasándose una mano por el pelo. Pensé que sería peor. A ver si está calladita hasta que lleguemos.
     En menos de una hora el velero llega a una pequeña calita de playa a la que sólo se puede acceder en barco, un acantilado de rocas forma un pequeño recodo protegido del viento, justo abajo una mesa bajita está preparada para dos comensales. 


    


    
      El conjunto forma una imagen de ensueño: la mesa con un alegre mantel de flores, rodeada de cómodos cojines también de alegres colores, en el centro un jarrón con flores recién cortadas. Copas preciosas, cubiertos de plata, una gran jarra con agua fresca, un buen vino. Una botella del mejor champán en una coctelera rodeada de hielo, y tapado con una redonda cúpula también de plata, el plato que a ella tanto le entusiasma y que fue el que le dio la idea: cuscús. 




     Cuando llegan la ayuda a bajar del barco, el agua les llega a los dos hasta la cintura, pero hace calor y les sienta bien. Por la arena la guía hasta la mesa, antes de soltarla  la besa con ardor en la boca, ella a pesar de que se muere porque le destape los ojos, le devuelve el beso con la misma pasión.   De forma ceremoniosa la pone de espalda a la mesa mirando hacia el mar y alargando a propósito el momento, le suelta los nudos del pañuelo que cae al suelo despacio, casi, a cámara lenta.
     -¡Uau! -dice ella con la boca abierta, viendo cómo se aleja el barco. Mira hacia uno  y otro lado y ve que están solos en la preciosa calita. Alucinada se da la vuelta para ver si hay alguien por detrás y se encuentra con su pecho muy cerca de la cara, él vuelve a besarla y por fin dice apartándose:  

   
    
      -Tu sorpresa cariño, espero que te guste.
    Cuando ve la preciosa mesa preparada no puede creerlo: -pero ¿cuándo has hecho todo esto? Él no puede parar de reír, ante las expresiones de asombro de ella. Y la mejor cuando levanta la tapa y ve el cuscús.
     El velero no volverá hasta que se ponga el sol, tienen toda la tarde por delante, disfrutarán de la exquisita comida, brindarán con champán por otros veinticinco años, dormitarán abrazados en la blanca arena y en las transparentes aguas, desnudos, harán el amor como cuando tenían veinte años.

PD: El amor es como la fruta, cuanto más madura más deleita saborearla.
                                                                                                                               Amelia.
 







HISTORIA DEL CUSCÚS.

El cuscús es un plato tradicional del Magreb, hecho con sémola de la parte dura del trigo, molida de tal forma que no llegue a convertirse en harina.
Su nombre en árabe significa: “La comida” ya que se considera el plato principal en muchos pueblos del norte de África.
Una de las primeras referencias al cuscús procede de un escrito anónimo del siglo XIII sobre cocina: “Libro de la cocina en el Magreb y Al-Ándalus” en el que se menciona una receta para prepararlo.
Fue un plato muy apreciado en Al-Ándalus y en los siglos posteriores entre la población morisca, como lo muestra el hecho de que exista una denominación para él en castellano antiguo: Alcuzcuz.
                                                                                                                                 Amelia.
 







No fue por nuestro aniversario, sino por mi cumpleaños.
No fue en una solitaria y preciosa calita, sino en nuestra querida Caleta.
No fuimos en un pequeño y pintoresco velero, sino en nuestro magnífico Renault Scenic.
Pero en todo lo demás… se parece bastante ¿No creéis?
                                                                                                                                 Amelia.