jueves, 17 de julio de 2014

Reencuentro



          La línea está formada, todos juntos, codo con codo, forman una barrera humana. Sus armas y escudos protectores la hacen infranqueable. Las órdenes vienen de arriba. Hay que obedecerlas al pie de la letra.
“Implacables, no mostrar signos de debilidad. A la mínima insinuación de ataque por parte de ellas, arremeter  sin miramientos. Nada de sexo débil. Quieren igualdad, pues, que la tengan”
        Enfrente una marea también humana, la mayor parte de ella formada por mujeres. Mujeres de todas las edades, de todas las clases sociales, de todas las inclinaciones sexuales. Defienden el derecho al aborto, el derecho a disponer de su cuerpo libremente.
En el centro de la primera línea una de ellas suelta la mano de su compañera y  levanta la suya bien alto, a la vez que con el silbato da la orden de salida. Muy despacio comienzan a avanzar hacia el que consideran el enemigo. Van todas de la mano, algunas con pancartas donde defienden sus derechos.
Mar va la tercera por la izquierda, en primera línea. Está asustada, es la primera vez que participa en algo así, pero ya no podía aplazarlo más. Sus amigas han ido a muchas manifestaciones y ella siempre ha echado mano de alguna excusa. No le gusta la violencia, pero piensa que lo que piden es justo. Conoce a algunas chicas que han sido violadas y después se han visto obligadas a tener un hijo del monstruo que tanto daño les hizo.
Mientras se va debatiendo en estos pensamientos, se van acercando a los  policías que las esperan bien pertrechados tras sus escudos, porras en mano, cascos y gafas bien colocados. Sergio también es el tercero de la primera fila, pero de la derecha. Igual que Mar está asustado, también es su primera actuación de este tipo. Pero hay entre ellos una gran diferencia. Él no puede demostrar su miedo, él, como expresa la orden, tiene que mostrarse implacable.
Cuando están a unos pasos de distancia, casi frente a frente, la ve y quiere morirse. No puede ser ella -piensa temblando-. Hace años que no se ven, pero sigue siendo la misma, no ha cambiado en nada. Se conocen desde niños, siempre fueron buenos amigos. Hasta que le confesó lo que sentía por ella. No pudo soportar su rechazo y se marchó lejos. Que incongruencia del destino, encontrarla aquí.
La avalancha femenina va enalteciéndose cada minuto que pasa. Comienzan los insultos. Mar no puede con esto, se siente desfallecer por momentos. Pero ya no hay escapatoria, está justo en el centro de la ola.
-¡Coraje! -grita la chica que está a su lado y lanza el primer petardo que estalla a los pies del enemigo.
-Hijas de puta -grita el chico que está al lado de Sergio.
Y esto, es como una señal para que ambos bandos arremetan el uno contra el otro. En cuestión de segundos las barreras se deshacen y todos se mezclan. Entre golpes e insultos por ambas partes, la calle se llena de grupos tirados en el suelo, forcejeando los unos con los otros.
Mar no lo ha reconocido, el casco, las gafas y el resto del uniforme, hacen que parezcan todos iguales. Está tirada en el suelo dando patadas a todo el que se le acerca y gritando como una energúmena.
-Vaya forma estúpida de luchar por una causa -Le dice una voz gritando muy cerca de ella a la vez que la suspende en el aire como si fuera una pluma. Sujetándola por debajo del pecho tan férreamente que casi no la deja respirar, la lleva hasta el furgón aparcado al fondo de la calle. Mientras tanto, ella patalea y grita con furia: -suéltame capullo, que me sueltes te digo.
Él, que ha visto el terror en sus ojos, la suelta diciéndole a la vez que se levanta las gafas: -Claro que te voy a soltar pero en la comisaría-. Y mientras, va colocando las esposas en sus muñecas.
Ella lo reconoce enseguida y abre la boca de par en par por la sorpresa.
[….]
Están en la cama de un precioso hotel, en Miami. Desde ella se escucha el rumor del mar y se ven las olas estrellándose contra la orilla. Mar tiene las manos sujetas al cabezal de la cama con las mismas esposas que Sergio colocó en sus muñecas aquella tarde en la que volvieron a encontrarse. A los dos les gusta este tipo de jueguecito, hoy las lleva ella, pero en ocasiones, es él el inmovilizado, nunca imaginaron que sacarían tanto partido a dicho artilugio. 
 





Ni siquiera cuando alcanzan el orgasmo la suelta, sólo le da una pequeña tregua, y es que nunca se cansará de ella. Enseguida comienza de nuevo con sus besos, sus caricias y sus dulces palabras susurradas. Ella no lo cree posible pero sólo pasan unos minutos y de nuevo esa tensión en sus entrañas que la hace arquear las caderas hacia él en  busca de más y más.
Esta vez, tras alcanzar juntos la cima, Sergio alarga la mano y suelta las de Mar. Suavemente se  las baja y con delicadeza la gira, de forma que quedan encajados el uno en el otro, la espalda de ella apoyada en su pecho. Mar, exhausta, lo deja hacer y él masajeando con ternura sus entumecidos brazos sigue susurrando las más bellas palabras de amor, mientras juntos se van sumergiendo en un placentero y reparador sueño.
Sergio es el primero en despertar y besando sus hombros le pregunta:
-¿Qué te parece si cenamos en la terraza viendo la puesta de sol?
-Mmm, perfecto -dice ella girándose hacia él.
Una hora más tarde los dos se deleitan ante la deliciosa cena que han pedido, no sin antes dedicarse un brindis con el tinto de verano más exquisito que han probado en sus vidas.
-Por el reencuentro -le dice él mirándola con adoración.
-Por él -responde ella -. Pero nunca te perdonaré que me llevaras a la comisaría. -continúa haciendo un gracioso mohín.
-Tenía que hacerlo cariño, era mi obligación. Además, si te hubiese dejado libre habrías huido como alma que lleva el diablo, estabas aterrorizada. Y yo no habría tenido  ocasión de regalarte esas esposas que tanto te gustan. -responde haciéndole un seductor  guiño.
                                                                                                                   Amelia.


 Noelia.


 Noelia.


HISTORIA DEL TINTO DE VERANO.
En principio conocido como “Vargas”.
En el primer tercio del siglo XX existía en el distrito noroeste de Córdoba una popular venta, llamada Venta de Vargas por el nombre de su dueño, Antonio Vargas del Morral, a la que acudían famosos guitarristas y cantaores y en la que también había una escuela taurina. Los cordobeses acudían a ella en las cálidas tardes y noches de verano a tomarse un vaso de tinto  con gaseosa, que pronto empezó a conocerse con el nombre de la venta.
Otra teoría dice que el nombre de Vargas pudiera provenir de la petición de un Valdepeñas con gaseosa, lo que acortando daría el nombre de Val-gas que terminaría convirtiéndose en Vargas.
                                                                                                                             Amelia.

3 comentarios:

  1. Vino de la cepa tuerta...Tú que te quieres colar....Y yo que te abro la puerta....Vengan a mi esos tintos de verano....Para beber a dos manos.

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  2. Qué bonito Manuel, con rima y todo. Nada para beber como un buen tinto de verano. Es mi bebida favorita en verano y también en invierno.
    Oye, eres el amigo que nunca falla. Muchas gracias por comentar caballero!!!

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