sábado, 7 de marzo de 2015

Mujer



Voy creciendo como persona, creciendo como mujer, tengo claro lo que quiero.
Quiero tener un mañana.
Quiero ser libre, fuerte e independiente.
Lucho por ello, me esfuerzo cada día.
Trabajo duro, le echo horas y horas de sacrificio, pero me gusta. 

  
                                            

                                            
Sin embargo, de fondo una vocecita apenas audible, me acompaña en la lucha reclamando su lugar.
La oigo cada vez más fuerte, más cerca. Aun así sigo luchando.
Enhorabuena  -me digo a mi misma-  lo he conseguido.
Tengo una formación adecuada  e infinitas posibilidades por delante.
Pero el eco apenas audible se ha convertido casi en un grito.
Un grito, fuerte y agudo.
Un grito con el que mi cuerpo dice que te quiere.
Y te quiere por encima de todo lo demás.
Es tan claro el reclamo que te busco.
Te busco y te encuentro.  




Y me absorbes, me atrapas… te apoderas de mi vida, de mi corazón y de todo mi ser.
Todo queda  en segundo lugar, pero soy inmensamente feliz.
La voz está acallada, pero sé que es ahora cuando comienza la gran batalla. 



 La batalla de verte y sentirte crecer a la vez que realizo mi trabajo. 
 

jueves, 12 de febrero de 2015

Enamorados



Tras la deliciosa cena en uno de los restaurantes más selectos de la ciudad, decidieron marcharse a casa. Ambos estaban cansados, la semana había sido larga y dura. Sin embargo, en cuanto cerró la puerta del apartamento y se volvió hacia ella de forma ceremoniosa y torciendo la boca con esa sensual sonrisa suya que tan bien conocía, supo sin lugar a dudas que les esperaba una gran noche.

No fallaba, la atracción que sentían el uno por el otro no se agotaba nunca. Bastaba una sola mirada, una sola palabra pronunciada en ese tono autoritario y chulesco que empleaba con ella en la intimidad, para caer rendida a sus pies. Su total entrega y confianza ciega y absoluta por más descabellada que fuera la fantasía sexual que se le ocurría, también hacían que él vibrara de placer con cada encuentro.

-Vamos nena, desnúdate -le ordenó con voz tajante, mientras se aflojaba el nudo de la corbata y se servía una copa.
-¿Cómo? -preguntó ella con la garganta seca ante la expectativa.
-Has oído bien -le dijo acercándose muy despacio y comenzando a desabrocharle él mismo los botones del vestido que cayó a sus pies.
-Te quiero totalmente desnuda y con los tacones puestos -continuó, muy cerca de su oído, mientras besaba y mordisqueaba su mandíbula.
-Y ¿tú? -preguntó con voz trémula.
-Yo estaré vestido y…. arrodillado entre tus piernas -le susurró.

Con sólo imaginarlo un estremecimiento recorrió todo su cuerpo. Para ella seguía siendo el hombre más guapo sobre la tierra, su pelo negro azabache contrastaba con el verde ardiente de su mirada, los labios carnosos, la blanca dentadura y un cuerpo de ensueño formaban un conjunto al que ninguna mujer podía resistirse.

-Y es todo mío -pensaba con gran satisfacción mientras seguía desvistiéndose lentamente bajo su atenta mirada e indolente postura  apoyado sobre la mesa.





Cuando estuvo ataviada simplemente con los zapatos de altos tacones, él comenzó a acercarse muy despacio, casi con paso felino,  la copa en la mano… la mirada fija en ella. Al llegar a su lado tomó un largo trago y pasó parte de éste a su boca a la vez que la besaba con pasión.

Es lo último que recordaba con claridad a la mañana siguiente, cuando el rico aroma a café y a galletas recién horneadas hicieron que se fuera despertando poco a poco pletórica de felicidad.
 





Lo demás quedaba en otra fantástica noche que recordar.  Una nebulosa producto de la mezcla de alcohol, placer y lujuria  le impedía distinguir claramente entre fantasía y realidad. Los zapatos de tacón que le había regalado por San Valentín, el vestido negro, el resto de su ropa esparcida por el suelo, y él, siempre él, acercándose a ella de forma peligrosa.


Amelia.




Galletas de mantequilla.





¿Sabías qué…?
El origen del día de los enamorados se remonta al Imperio romano.

San Valentín era un sacerdote romano del siglo III. Cuando él ejercía gobernaba el emperador Claudio II. Éste para reclutar mejores soldados, libres de ataduras, decidió prohibir la celebración de matrimonios entre jóvenes enamorados.

El sacerdote consideró totalmente injusto el decreto y continuó celebrando dichos matrimonios en secreto. De ahí que se popularizara el nombre de San Valentín como patrón de los enamorados.
                                                                                            Amelia.